La cara axárquica malagueña
- Julia Ríos
- 7 nov 2016
- 6 Min. de lectura

Como buena comunidad española, Andalucía vive del turismo de sol y playa y una de las provincias que más sabe de esto en el litoral mediterráneo es Málaga. “La bella” es conocida por destinos como Marbella, Fuengirola, Estepona y su misma capital, pero este post no va sobre eso, porque os gustará descubrir una de sus comarcas más completas y variadas.
La Axarquía es la comarca más oriental de Málaga y es limítrofe con la provincia de Granada. Alberga 31 municipios pintorescos que se extienden desde la Sierra Almijara, Tejeda y Alhama con el pico La Maroma vigilándolos a más de 2.000 metros de altura, hasta la Costa del Sol Oriental, con cinco municipios costeros con extensas playas y acantilados declarados paraje natural. Con un clima excepcional, una variedad de cultivos tradicionales y exóticos y una historia enriquecida por su pasado musulmán, esta comarca ofreces rincones dignos de visitar.
Este viaje va a transcurrir por cuatro municipios axárquicos, tres de interior y uno costero, que permitirán al aventurero conocer todas las posibilidades que ofrece el oriente malagueño a través de sus calles empinadas, sus casas encaladas, el buen carácter de su gente y su amplia, exquisita y barata gastronomía. La ruta irá desde los pueblos menos turísticos, hasta uno de los más turísticos de la zona, para empezar en el corazón de la Axarquía y terminar a orillas del Mediterráneo.

El primero de los pueblos elegidos es Almáchar, engarzado en la ladera de una montaña que termina en el río que lleva su nombre. Municipio eminentemente agrícola, es uno de los pocos de la zona donde la uva moscatel sigue siendo el principal sustento económico de sus vecinos y donde las viñas acaparan el paisaje. Es verdad que no es muy conocido ni tiene grandes monumentos, pero tampoco le hace falta, ya que conserva el encanto del típico pueblo blanco andaluz con las casas “colgadas” unas de otras. Así que aconsejamos buen calzado, que las “cuestas” (pendientes) no son pocas.
Una vez llegados al pueblo, cualquier bar que se encuentre os servirá para desayunar “como es debido” y como buen malagueño os aconsejamos pedir un “pitufo” (pulguita de pan) a la catalana o con atún y tomate y un buen café. Llegó la odisea y es que en Málaga pedir un café es un arte con un sinfín de posibilidades, así que pedid al camarero que os lo explique, que lo hará de muy buena gana, y descubriréis cual es el café que más va con vosotros.
Con la barriga llena es hora de comenzar la ruta y el secreto aquí está en perderse por su casco antiguo: Calles Alta, Mártires, Forfe, Cabra, Sevilla… cualquiera es buena, pero eso sí, hay ciertos rincones que no os podéis perder. Entre ellos están la Iglesia de San Mateo de estilo gótico tardío construida en el siglo XVI que tiene al Santo Cristo de la Banda Verde, la imagen más venerada por los almachareños.
De ahí, bajar con la Calle Cura, pasando por un túnel que os llevará a una de las pendientes más inclinadas que hayáis visto jamás hasta la Plaza del Santo Cristo. El lugar está lleno de casas blancas con flores en los balcones y en las aceras y podréis visitar en ella el Museo de la Pasa, que imita a una antiguo “lagar” (casa de campo) donde se secaba la uva y se hacía la pasa, y en él se exponen todos los aperos necesarios para la labranza. Al salir del museo, cualquier calle es buena para bajar hasta el río (que suele ir seco) para observar las montañas plagadas de viñas, nosotros aconsejamos la Calle Cabra. La visita termina aquí, pero aún tendréis que subir y subir y subir hasta encontrar dónde habíais aparcado. En la subida, podéis aprovechar para comprar en algunas de sus pequeñas tiendas productos típicos del lugar como pasas, higos o vino moscatel.

Finalizada la visita, emprendemos la marcha hasta Comares, conocido como el Balcón de la Axarquía por su posición sobre una peña y su histórico puesto de territorio vigía en la época musulmana. Si has llegado al pueblo, eso significa que has superado el sinfín de curvas que hay para llegar a él y es momento de disfrutar de una de las mejores vistas de toda la comarca en cualquiera de sus miradores, como el que hay en la Plaza Balcón de la Axarquía.
Como en Almáchar, cualquier calle es buena para descubrir un entramado irregular con el pavimento adoquinado y las flores por doquier, pero también tiene sus imprescindibles para visitar. La zona del actual cementerio municipal, en el que también hay unas vistas espectaculares, recoge vestigios de su época musulmana cuando el Castillo de Comares velaba por el resto de axárquicos. La “tahona” es el nombre que se le dan a los restos de la muralla del castillo que aún se conservan en la actualidad y de allí se puede visitar el aljibe mozárabe del siglo XIII que es considerada monumento histórico-nacional desde 1931.
La ruta no acaba aquí y es que no sólo hay patrimonio musulmán entes municipio, ya que la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación del siglo XVI guarda uno de los tesoros más queridos por los lugareños: la imagen de su patrón, San Hilario de Poitiers. La visita llega a su fin en el Restaurante La Atalaya, donde tras el duro viaje podréis reponer fuerzas con un buen plato de los montes o unas migas caseras que os quitarán el sentido.

Una vez recobradas las fuerzas, Frigiliana nos espera para ser descubierta. La villa de las tres culturas es cada vez más visitada por la arquitectura tradicional de sus casas, con puertas de maderas, balcones de alforja y vistas al mar desde su localización privilegiada. Sus calles por sí misma son lo mejor de este pueblo blanco cuyo casco antiguo fue declarado Conjunto Histórico Artístico hace dos años, gracias al cuidado de los vecinos convirtiéndolo en uno de los mejores conservados de la provincia.
Pueblo de origen mudéjar, hace honor a su historia y guarda un recorrido sinuoso con rincones dignos de fotografiar. El Barribarto, la Calle Zacatín, la Fuente Vieja o el Túnel son algunos de esos lugares mágicos. Pero llaman la atención dos monumentos principales. El primero es el Museo Arqueológico donde los amantes de la arqueología podrán hacer un recorrido por la historia de Frigiliana donde sin duda el hallazgo estrella es el cráneo de un niño de la época neolítica. Lo mejor es que el museo abre todos los días y es totalmente gratuito. El otro lugar es el Ingenio del siglo XVI, actual sede de la fábrica de miel de caña Nuestra Señora del Carmen de Frigiliana y única en Europa. Normalmente la fábrica no se puede visitar, pero la miel hecha de azúcar de caña puede comprarse en cualquier establecimiento.
No podéis abandonar el pueblo sin probar este exquisito manjar así que nos hemos decantados por dos opciones. Para los de salado os aconsejamos pedir una ración de berenjenas fritas con miel de caña acompañada de una buena copa de vino moscatel, mientras que los de dulce podrán adquirir y deleitarse con las arropías y marcochas, elaboradas ambos con dicha miel.

Nuestro último destino se encuentra a escasos kilómetros de Frigiliana y es que Nerja se nos presenta como un mirador hacia el Mediterráneo. Sus extensas playas de arena fina, y sus pequeñas calas y acantilados no son el único reclamo turístico del municipio que fue escenario de la serie de televisión Verano Azul. Este pueblo típicamente costero, cuenta hoy día con miles de visitantes durante todo el año y cuenta con una población extranjera muy elevada entre sus habitantes, tanto es así que tienen un “Día del Turista” para homenajearlos.
Con Nerja podríamos llenar más de 10 posts dedicados a ella exclusivamente por ofrecer rustas senderistas como en el Río Chíllar y rutas en kayak por el Paraje Natural de Maro y Cerro Gordo, pero lo dejaremos para otra ocasión. La Cueva de Nerja y el Balcón de Europa son sus principales focos de atención y no es para menos. La cueva es una gruta de gran extensión declarado Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico que guarda en su interior la pintura rupestre más antigua de España. El precio es de 10 euros para adultos y 6 para niños mayores de seis años y abre todo el año. El Balcón de Europa es una plaza donde se encuentra este gran mirador con vistas al Mediterráneo y desde el que se puede apreciar la mayor parte del litoral nerjeño.
Tras contemplar la puesta del sol desde esa posición privilegiada, terminaremos la ruta en la paya de Burriana, una de las más conocidas y populares de la comarca, disfrutando de la gastronomía malagueña en el Merendero Moreno. Y es que irse de Málaga sin probar el espeto de sardinas y una buena fritura de pescado es alta traición para la población local y para uno mismo.